domingo

"La audacia tiene genio, poder y magia"

“A propósito de todas las iniciativas, hay una verdad elemental cuya ignorancia mata innumerables ideas y espléndidos planes: en el momento en el que uno se compromete de verdad, la Providencia también lo hace. Toda clase de cosas comienzan a ocurrir para ayudar a esa persona, cosas que sin su previo compromiso jamás habrían ocurrido. Todo un caudal de sucesos se pone en marcha con aquella decisión ayudándole por medio de incidentes inesperados, encuentros insospechados y ayuda material que nadie hubiera soñado que pudieran ocurrir. Si sabes que puedes, o crees que puedes, ponte en marcha. La audacia tiene genio, poder y magia.”


Johann Wolfgang von Goethe

D É C I M A E L E G Í A


"Que un día, libre ya de la terrible visión que me acosa,
se eleve mi canto de júbilo y alabanza hasta los ángeles propicios.
Que ninguno de los martillos de mi corazón con claridad pulsados
rehúse herir las cuerdas flojas, vacilantes o
desgarradas. Que mi faz inundada de lágrimas
me haga más radiante. Que el llanto imperceptible
florezca. ¡Qué caras me seréis entonces, oh noches,
llenas de pesadumbre! ¿Cómo no estuve más rendidamente arrodillado,
inconsolables hermanas, para recibiros? ¿Cómo no me entregué con más abandono
en vuestros sueltos cabellos? Nosotros, dilapidadores de los sufrimientos.
¡Cómo nuestros ojos inquieren por anticipado, en la triste duración,
su posible término! Pero ellos son en verdad
nuestra durable fronda invernal, nuestra oscura vinca pervinca,
una de las estaciones del año secreto -no solamente
estación-, son también lugar, poblado, campamento, suelo, residencia.

Cierto, qué extrañas son, ay, las angostas calles de la Ciudad del dolor,
donde en el falso silencio hecho de estrépitos sordos,
con violencia alardea el ruidoso oropel, el monumento
jactancioso, vertido del molde del vacío.
Oh, cómo un ángel les hubiera chafado, sin dejar huella, ese mercado del consuelo
que la iglesia deslinda, la iglesia que compraron recién hecha:
tan limpia y cerrada, desencantada como una oficina de correos en domingo.
Pero afuera bullen encrespados los contornos de la feria anual.
¡Columpios de la libertad! ¡Buzos y prestidigitadores del afán!
Y el tiro al blanco con figuras de la dicha engalanada,
donde todo se desconyunta en la diana y suena a hojalata,
cuando un tirador más hábil da en el blanco. Oscilando del aplauso al azar
se marcha dando traspiés; porque las barracas solicitan
la curiosidad, berrean los pregones y aporrean el tambor. Pero para los adultos
todavía hay algo especial que ver, cómo el dinero se multiplica anatómicamente,
no sólo como simple regocijo: el órgano sexual del dinero,
todo, el conjunto, el acto -esto instruye y hace
fecundo... ...
... ... ¡Ah!, pero pronto, un poco más lejos,
detrás de la última valla cubierta con los anuncios de la <No-Muerte>,
aquella cerveza amarga que los bebedores encuentran dulce
cuando la mascan sin cesar con frescas distracciones...,
pronto, traspuesta la valla, inmediatamente detrás, está lo real.
Los niños juegan, y los amantes se estrechan mutuamente, retirados,
graves, sobre el mísero césped, y los perros tienen su mundo.
El joven se deja arrastrar aún más lejos; quizá porque ama a una joven
Lamentación... La sigue hasta la pradera. Ella dice:
Lejos. Nosotros vivimos allá, fuera...
¿Dónde? Y el joven
la sigue. Le impresiona su porte. Los hombros, el cuello-acaso
ella es de un linaje ilustre. La abandona, regresa,
torna la cabeza, le hace señas... ¿Para qué? Es una Lamentación.

Sólo los muertos jóvenes, en el primer estado
de su serenidad intemporal, de su tranquilo desprenderse,
la siguen por amor. A las jóvenes las aguarda
y procura ganar su amistad. Les muestra con dulzura
lo que lleva sobre sí. Perlas del dolor y los finos
velos de la resignación. -Con los jóvenes marcha
silenciosa.
Pero allá, donde ellas habitan, en el valle, una de las más antiguas Lamentaciones,
muestra interesarse por el joven, si él le hace una pregunta. -Nosotras, dice,
las Lamentaciones fuimos en otro tiempo una raza ilustre. Nuestros padres
beneficiaban una mina, allá, al pie de la gran montaña. Entre los hombres
encontrarás a veces un fragmento tallado del dolor ancestral,
o, expulsada de un antiguo volcán, la lava petrificada de la ira.
Sí, esto procede d allí. En otro tiempo fuimos poderosas.

Y ligera, le conduce a través del dilatado paisaje de las Lamentaciones,
le señala las columnas de los templos o las ruinas
de aquellos alcázares dónde un día los principes de las Lamentaciones
gobernaban sabiamente sus dominios. Le muestra los altísimos
árboles de las lágrimas y los campos florecientes de la melancolía
(los vivientes conocen solamente su fronda apacible);
le muestra los animales del luto, pastando -y a veces
un pájaro se sobresalta y pasa rasante por su campo visual,
describiendo en el espacio la imagen de su grito solitario.
Al atardecer le conduce a donde están las tumbas de los antiguos
descendientes de la raza de las Lamentaciones, las sibilas y los profetas.
Viene la noche, ellos se mueven más suavemente, y al punto
se levanta, bañada de luna, la lápida funeraria
que vela sobre todo. Hermana de aquella cerca del Nilo,
la sublime esfinge: rostro de la cámara que guarda eterno
silencio.
Y contemplan atónitos la testa coronada que para siempre,
en silencio, tiene puesta la faz de los hombres
sobre la balanza de las estrellas.

Inabarcable para él: la muerte aún reciente
llena de vértigo sus ojos. Pero ella remontando la vista
por detrás del borde del Pschent, espanta la lechuza. Y ésta
deslizándose con trazo lento a lo largo de la mejilla,
aquella mejilla de redondez más madura,
graba blandamente en el reciente oído
del muerto, como sobre las dos páginas
de un libro abierto, el contorno indescriptible.
Y más altas, las estrellas. Nuevas. Las estrellas del país del dolor.
La Lamentación las va enumerando lentamente: <Aquí,
mira, están el "Caballero", el "Cayado", y esta constelación más copiosa
se llama "Corona de Frutos". Luego más lejos, hacia el Polo:
La "Cuna", el "Camino", el "Libro ardiente", la "Muñeca", la "Ventana".
Mas en el cielo del Sur, pura como la palma
de una mano bendita, la clara y resplandeciente M,
símbolo de las madres...>.

Pero el muerto ha de seguir adelante, y en silencio la Lamentación
más antigua le conduce hasta la garganta del valle,
en donde brilla, a la luz de la luna,
la fuente de la alegría. Con respeto
la nombre y dice: <Entre los hombres
es un río caudaloso>.
Se detiene al pie de la montaña.
Y allí le abraza sollozando.

Solitario, el muerto asciende hacia allá, hacia la montaña del dolor original.
Y ni siquiera repercute su paso a través del hado sin sonido.
Pero si ellos, los infinitamente muertos, pudiesen suscitar en nosotros un sìmbolo,
mira, nos mostrarían quizá los amentos que cuelgan
del desnudo avellano o
pensarían en la lluvia que cae sobre la tierra oscura en primavera.

Y nosotros, que pensamos en una felicidad
creciente, sentimos la emoción
que casi nos anonada
cuando algo feliz se derrumba."


Elegías de Duino, Rilke.

sábado

¡Respetemos lo nuestro! Somos parte del mundo.


"Es clave recordar que la cultura precede al Estado/Nación. El Estado se genera desde la cultura y no a la inversa. Si la cultura precede, un Estado armonioso y una sociedad armoniosa son consecuencia de una cultura armoniosa, basada en valores que necesitan ser internalizados e institucionalizados.
Demasiadas veces, cuando se habla de desarrollo sustentable, no se asume que la degradación ambiental es un fenómeno sociocultural, una consecuencia de una sociedad mal estructurada que entre otros fenómenos negativos destruye la base ecológica en la que se sustenta.
Constatamos que no puede existir armonía social habitando ecosistemas degradados y no se puede lograr sustentabilidad ecológica desde sistemas sociales desequilibrados. A mayor degradación social mayor degradación ecológica y viceversa. La necesidad del cuidado del medio ambiente es algo demasiado obvio. Una sociedad que ve esto, y que no actúa correctamente en este vital ámbito claramente tiene errores epistemológicos inmanentes en su entramado sociocultural que generan este “punto ciego” letal.
La historia de la humanidad muestra que los sistemas sociales que generan inequidad, pobreza y degradación humana y se estructuran en agudas y estratificadas pirámides jerárquicas, generan simultáneamente la destrucción del entorno. Si hacemos la observación por el otro extremo, constataremos que las sociedades que destruyen su entorno son socioculturalmente patológicas. Afortunadamente existen numerosos ejemplos de lo contrario: pueblos arraigados con culturas comunitarias armoniosas, con sistemas sociales que tienden a la horizontalidad, adaptados con notable inteligencia y éxito incluso a los ecosistemas más extremos del planeta.
Nuestra sociedad necesita internalizar realidades tales como que la naturaleza y la humanidad conformamos un continuum espacio-temporal. Por lo tanto nuestro desafío siempre ha sido, y sigue siendo lograr la adaptación más creativa, inteligente y eficiente posible a nuestro entorno natural. Cuidar la naturaleza es cuidarnos. Cultivar la naturaleza es cultivarnos.
Necesitamos entender y cultivar las dinámicas, elementos, estructuras y fenómenos naturales que sustentan la estabilidad de la biosfera como sistema integrado, del cual formamos parte. Incluso hoy necesitamos urgentemente emprender, local y globalmente, la restauración de ecosistemas para lograr, por ejemplo, la estabilización del sistema climático de nuestro planeta. Para esto tenemos que disminuir drásticamente, y también eliminar, prácticas y opciones sociales y tecnológicas entrópicas.
Necesitamos asumir como sociedad que la energía del sol que sustenta y dinamiza toda la vida sobre la Tierra ingresa a la biosfera exclusivamente a través de los organismos fotosintéticos: plantas, fitoplancton… Mientras más vivos e incontaminados estén los océanos y mientras más bosques crezcan en la Tierra, habrá más energía disponible para todos los seres de la biosfera, incluyéndonos a nosotros.
Necesitamos asumir que la naturaleza se sustenta y equilibra en la diversidad y la complejidad de la comunidad biótica. Mientras más naturaleza se desarrolle en el planeta mejores posibilidades de homeostasis para la biosfera y la humanidad.
Necesitamos responder a la necesidad vital de armonía ambiental que tenemos los seres humanos. Necesitamos raíces e identidad sociocultural y ecológica; necesitamos comunidad, e incluir en esta a la naturaleza que nos sustenta; necesitamos belleza para un desarrollo humano armonioso. La belleza y la armonía socioecológica no son lujos, son una necesidad vital y un derecho de todos los seres humanos.
Necesitamos asumir e internalizar que son los ecosistemas, la biosfera y Gaia quienes sustentan nuestras sociedades y economías, y no a la inversa; que el aire, agua, alimentos y calidad de vida son producidos por la naturaleza, no por nuestras tecnologías e industrias.
A pesar de que la civilización se niega a asumirlo, es evidente que en este planeta existen claros límites ecológicos, capacidades de carga ecosistémicas acotadas, etcétera. Esto no limita nuestro desarrollo. Respetando estos límites podemos “jugar” infinitamente con los elementos de la naturaleza. Nuestras opciones de desarrollo, así como las tecnológicas dependen de nuestros valores, de nuestra cultura, de nuestros deseos. Ningún tipo de desarrollo es inevitable y ninguna opción tecnológica es obligada. Tenemos infinitas opciones.
Lo único que debiera “limitar” y orientar nuestro desarrollo, es el respeto real, irrestricto, profundo por todas las personas, complementado con la lúcida comprensión de las reglas básicas del juego de la vida. Tal como los ecosistemas se sustentan en la biodiversidad y la complejidad de la comunidad biótica, los sistemas sociales se benefician, se estabilizan y son mucho más creativos y productivos con la libertad real de todos sus miembros, con la diversidad y la riqueza cultural.
Muchos de los principios y valores practicados por diversos pueblos a lo largo de la historia de la humanidad para lograr la sustentabilidad comunitaria y ecológica son aplicables hoy en las sociedades modernas. Actualmente, sin embargo, en muchos casos, poder aplicarlos implica cambios significativos, tanto estructurales, a nivel societal, como conductuales, a nivel individual.
En síntesis, estos principios y valores debieran expresarse en las siguientes prácticas fundamentales:
1) La comunidad: Necesitamos transformar el “Chile S.A.” en una comunidad basada en la reciprocidad, la solidaridad y el servicio. Esto no es utopía, es absolutamente factible, ha sido y es practicado por comunidades humanas.
2) La autosuficiencia: no hay “ventaja comparativa” superior. Un país autosuficiente en términos de necesidades básicas de su población es más resiliente ante las fluctuaciones del mercado global. Desarrollar una agricultura orgánica diversificada a lo largo de todo el país únicamente puede aportar beneficios. Simultáneamente crea un flujo alimentario interno que mejora la calidad de vida de la población y un mercado externo de productos exportables de alta calidad. Si la agricultura orgánica es desarrollada con sabiduría es esencialmente sustentable porque no sólo no degrada el medio ambiente sino, que lo enriquece.
3) La descentralización: La autosuficiencia solamente puede darse con la diseminación territorial que siempre han practicado los pueblos arraigados, así llamados indígenas. Esto, en lenguaje moderno, se llama descentralización, desarrollo local, comunal, regional… el micro desarrollo, la micro economía. Necesidad de que se fomente el mundo rural. Este es el verdadero piso, los cimientos de un país, la infraestructura básica. Esto implica fomentar la diversidad de las economías locales a lo largo del país. Descubrir y cultivar potenciales regionales y locales. Con el conocimiento y las tecnologías apropiadas, y el apoyo de una comunidad solidaria se pueden utilizar sustentablemente todos los ecosistemas. La descentralización real desconcentra el poder político, así como los recursos, tanto materiales como culturales, contribuyendo a una estructura social horizontal versus la estructura verticalizada, piramidal del Chile actual, y de la mayoría de los países del mundo, que es una de las causas de los graves problemas que nos aquejan. Del mismo modo, se desconcentra la basura, el esmog y otros impactos que llegan a ser problema solamente por su magnitud o escala, es decir, cuando sobrepasan los umbrales de asimilación de un ecosistema, zona, cuenca, localidad o región.
4) Las tecnologías apropiadas y la economía sustentable: El desarrollo de la autosuficiencia nos lleva a la incesante búsqueda de tecnologías apropiadas y de actividades económicas o productivas igualmente apropiadas social y ecológicamente, es decir, actividades que claramente beneficien a toda la comunidad sin degradar el entorno, sino incluso enriqueciéndolo. Tenemos que evolucionar, liberarnos de la “mentalidad minera” hacia los recursos naturales que se instaló en la cultura chilena desde nuestra colonización, basada en la extracción de “riquezas” para enviarlas a las “madre patrias”. Una economía sustentada en la explotación de materias primas y recursos naturales es primitiva y además un callejón sin salida, social y ecológicamente insustentable. Necesitamos ser mucho más amorosos “pastores” y “jardineros” que codiciosos mineros respecto a nuestro medio ambiente. Hoy, países modernos que “vienen de vuelta” basan su economía en la oferta de servicios, incluyendo los “naturales”, o servicios ambientales y ecológicos que provee la naturaleza.
5) Calidad de vida como riqueza cultural: el país necesita iniciar una profunda transformación cultural para ayudar a los chilenos a liberarse de la angustiosa ansiedad por lograr la afluencia económica, y de la incultura del consumismo. El país necesita redescubrir que calidad de vida para todos no es en absoluto sinónimo de opulencia económica generalizada. El consumismo es un indicador social negativo. Vanamente, se consume para llenar el vacío, para intentar darle sentido a la vida. Está claro que esto no se logra porque el consumo no reemplaza las actividades culturales y no satisface las necesidades espirituales. El país debe centrar sus esfuerzos en lograr el bienestar real de todos los chilenos —físico, emocional, psicológico, espiritual— y no sólo en generar capitales, que, más encima, son monopolizados. Estrictamente hablando, lo que necesitamos no es cantidad de dinero sino calidad de servicios: de salud, educacionales, culturales, confort habitacional, seguridad. Fundamentalmente necesitamos afecto. Sentir el cariño de nuestra comunidad, sentir que el país se preocupa en forma personalizada de cada uno de nosotros. Esto es exactamente lo opuesto de lo que la mayoría siente hoy: que el país es indiferente a nuestras necesidades y sufrimientos cotidianos, e incluso que el Estado, los gobiernos y la clase política son los causantes de ello al permitir, o propiciar, la acumulación de fortunas en manos de unos pocos versus el bienestar y calidad de vida de la mayoría. Esta percepción y experiencia solo puede agudizar la creciente ingobernabilidad, el descontento, la desmoralización y la violencia que sufre hoy en forma creciente el país.
6) Círculo virtuoso: para lograr la sustentabilidad social y ecológica en Chile necesitamos generar un círculo virtuoso con todos estos principios, valores y prácticas: necesitamos urgentemente un país pacífico, en paz consigo mismo; un país donde no exista la pobreza, ni la delincuencia que es una de sus consecuencias; un país hospitalario, empapado de cultura y arte; limpio, bello, lo más rico posible en recursos naturales… ¿Utopía? Sí, pero absolutamente factible, realizable en el mediano plazo si la comunidad nacional se pone esta meta, a desear este cambio, y a trabajar como un todo para lograrlo. Necesitamos que este sea un proyecto nacional, transversal, consensuado al máximo, y que la comunidad en su conjunto trabaje por hacerlo realidad."

martes

Ese lugar.



Hay un lugar que cambia, desaparece
como el viento, como las nubes.
Cual el corazón en su respirar
ese lugar no se detiene.
Ese lugar está lejos
tan lejos.
Las gentes no pueden alcanzarlo.
Es un sueño sublime
que en ti entra
cuando pronuncias su nombre
cuando en la noche buscas mirarle.
Es un lugar tan alto, tan distante,
tan profundo pero cercano.
Lo sé.
Aún.
Aún ese lugar existe.
Lejos, muy lejos.



Tantos lo han perdido
lo han olvidado.

Tantos han borrado la huella

que conduce a su puerta.
Como un recuerdo
de días cual sueños,

su figura se desvanece
se pierde
entre los pliegues
del pensamiento.
Ese lugar sublime
que está en nosotros,
ese lugar sublime en lo alto,
en la esfera de los sueños,
¡no quiero perderlo!
¡no quiero!
Aún.
Aún ese lugar existe.
En ti lo veo,
lo siento.

Aunque está muy lejos.
Muy lejos.







Tú que lees, no lo olvides. No te pierdas en lo anónimo que se respira aquí, a tu alrededor, en este lugar.


Busca ese lugar.





DNV

Otro Mundo: El arco de T.. Clannad.

XII

"Ha sido para mí una gran alegría el leer a menudo su soneto y su carta. Por ambas cosas le doy las gracias. No debe dejarse desviar en su soledad porque haya en usted algo que ansíe evadirse de ella. Precisamente este deseo, si usted sabe aprovecharlo con serenidad y dominio, sirviéndose de él como de un instrumento, le ayudará a ensanchar su soledad en dilatado campo. La gente, valiéndose de criterios convencionales, lo tiene todo resuelto, inclinándose siempre hacia lo más fácil, y buscando aún el lado más fácil de lo fácil. Pero está claro que nuestro deber es atenernos a lo que es arduo y difícil. Todo cuanto vive se atiene a ello. Todo en la naturaleza crece y lucha a su manera y constituye por sí mismo algo propio, procurando serlo a toda costa y en contra de todo lo que se le oponga. Poca cosa sabemos. Pero que siempre debemos atenernos a lo difícil es una certeza que nunca nos abandonará. Es bueno estar solo, porque también la soledad resulta difícil. Y el que algo sea difícil debe ser para nosotros un motivo más para hacerlo.
También es bueno amar, pues el amor es cosa difícil. El amor de un ser humano hacia otro: esto es quizás lo más difícil que nos haya sido encomendado. Lo último, la prueba suprema, la tarea final, ante la cual todas las demás tareas no son sino preparación. Por eso no saben ni pueden amar aún los jóvenes, que en todo son principiantes. Han de aprenderlo. Con todo su ser, con todas sus fuerzas reunidas en torno a su corazón solitario y angustiado, que palpita alborotadamente, deben aprender a amar. Pero todo aprendizaje es siempre un largo período de retiro y clausura. Así, el amor es por mucho tiempo y hasta muy lejos dentro de la vida, soledad, aislamiento crecido y ahondado para el que ama. Amar no es, en un principio, nada que pueda significar absorberse en otro ser, ni entregarse y unirse a él. Pues, ¿qué sería una unión entre seres inacabados, faltos de luz y de libertad? Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime, que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo; para volverse mundo, todo un mundo, por amor a otro. Es una gran exigencia, un reto, una demanda ambiciosa, que se le presenta y le requiere; algo que lo elige y lo llama para cumplir con un amplio y trascendental cometido. Sólo en este sentido, es decir, tomándolo como deber y tarea para forjarse a sí mismo "escuchando y martilleando día y noche", es como los jóvenes deberían valerse del amor que les es dado. Ni el absorberse mutuamente, ni el entregarse, ni cualquier otra forma de unión, son cosas hechas para ellos, que por mucho tiempo aún, han de acopiar y ahorrar. Pues todo eso es la meta final. Lo último que se pueda alcanzar. Es tal vez aquello para lo cual, por ahora, resulta apenas suficiente la vida de los hombres.
Pero en esto yerran los jóvenes tan a menudo y tan gravemente. Ellos, en cuya naturaleza está el no tener paciencia, se arrojan y se entregan, unos en brazos de otros, cuando les sobrecoge el amor. Se prodigan y desparraman tal como son, aun sin desbrozar, con todo su desorden y su confusión... Mas ¿qué ha de suceder luego? Qué ha de hacer la vida con ese montón de afanes truncos, que ellos llaman su convivir, su unión, y que, de ser posible, desearían poder llamar su felicidad, y aún más: ¡su porvenir! Ahí se pierde cada cual a sí mismo por amor al otro. Pierde igualmente al otro, y a muchos más que aun habían de llegar. Pierde también un sin fin de horizontes y de posibilidades, trocando el flujo y reflujo de posibilidades de sutil presentimiento por un estéril desconcierto, del cual ya nada puede brotar. Nada sino un poco de hastío, desencanto y miseria, y el buscar tal vez la salvación en alguno de los múltiples convencionalismos que, cual refugios abiertos a todo el mundo, dispuestos están en gran número al borde de este peligrosísimo camino. Ninguna región del humano sentir se halla tan provista de convencionalismos como ésta. Ahí hay salvavidas de variadísima invención: botes, vejigas, flotadores... Recursos y medios de escape de toda laya supo crear la sociedad, ya que por hallarse predispuesta a tomar la vida amorosa como mero placer, tuvo también que hacerla fácil, barata, segura y sin riesgos, como suelen ser las diversiones públicas.
Por cierto, muchos jóvenes que aman de un modo falso, es decir, haciendo del amor una simple entrega y rehuyendo la soledad -nunca llegará a más el promedio de los hombres-, sienten el peso de su falta, y también a este trance en que han venido a encontrarse, quieren infundirle vida y fecundidad de una manera propia y personal. Pues su naturaleza les revela que las cuestiones de amor, menos aun que cualquier otra cosa de importancia, jamás pueden ser dirimidas por algún procedimiento de carácter público, de conformidad con tal o cual convenio. Que son asuntos privativos de cada cual y deben resolverse de modo individual, de ser a ser, precisándose en cada caso de una solución exclusivamente personal. Pero ¿cómo ha de ser posible que ellos, quienes al juntarse se han despeñado y hundido en una misma confusión, dejando de deslindarse y de distinguirse el uno del otro, y no poseyendo, por tanto, nada propio ya, acierten a dar con alguna salida, por sí mismos, desde el abismo de su derrumbada soledad?
Obran en virtud de un común desamparo y, cuando luego quieren, con la mejor voluntad, rehuir algún convencionalismo notorio -por ejemplo el matrimonio-, caen en las tenazas de otra solución convencional, tal vez menos manifiesta, pero igualmente mortal. Pues ahí -dentro de un amplio ámbito en derredor suyo- todo es convención. Allí donde se obre al impulso de una confluencia prematura y de un turbio convivir, cualquier lazo que derive de tal desorden tiene su convencionalismo, por muy insólito que parezca; es decir: aunque resulte "inmoral" en el sentido corriente de la palabra. Hasta la separación viene a ser un paso convencional, una decisión nacida del azar, impersonal y sin fuerza ni fruto.
Quien seriamente repare en ello, descubre que, como para la muerte, que es cosa difícil, tampoco para el arduo cometido del amor se han hallado aún ni luz ni solución, ni señal ni camino. Para esas dos tareas -amor y muerte, que veladas y ocultas llevamos dentro, y que retransmitimos a otros sin descorrer el velo que las recubre- no se podrá dar con ninguna regla común que se funde en algún convenio. Pero en la misma medida en que iniciemos nuestros intentos de vivir cada cual como un ser independiente, esos magnos asuntos nos encontrarán, a cada uno de nosotros, más próximos a ellos. Las exigencias que la difícil tarea del amor presenta a nuestro desarrollo, son de inmensa magnitud. Nosotros, como principiantes, no estamos a su altura. Pero si a pesar de todo sabemos perseverar y llevamos este amor a cuestas, como carga y aprendizaje, en lugar de perdernos en ese juego fácil y frívolo, tras del cual los hombres se han escondido para eludir cuanto hay de más serio y de más grave en su existencia, entonces, un pequeño progreso y algún alivio serán tal vez perceptibles para aquellos que lleguen largo tiempo después de nosotros. Y esto ya sería mucho...
Es que apenas ahora empezamos a considerar las relaciones entre un individuo y otro, sin prejuicios y de manera objetiva. Los intentos que vamos realizando a fin de vivir tales relaciones nada tienen ante sí que les pueda servir de ejemplo. Sin embargo, se dan ya en el correr y mudar del tiempo muchas cosas que quieren acudir en auxilio de nuestro tímido principiar.
La mujer, en su propio desenvolvimiento más reciente, sólo por algún tiempo y de modo pasajero imitará los hábitos y modales masculinos, buenos y malos, ejerciendo a su vez las profesiones generalmente reservadas al hombre. Tras la incertidumbre de tales etapas transitorias, quedará de manifiesto que si las mujeres han pasado por la gran variedad y la continua mudanza de esos disfraces a menudo risibles, fue tan sólo para poder depurar su modo de ser peculiarísimo, y limpiarlo de las influencias deformadoras del otro sexo. Por cierto, las mujeres, en quienes la vida se detiene, permanece y mora de una manera más inmediata, más fecunda, más confiada, deben de haberse hecho seres más maduros y más humanos que el hombre. Éste, además de liviano -por no obligarlo el peso de ningún fruto de sus entrañas a descender bajo la superficie de la vida- es también engreído, presuroso, atropellado, y menosprecia en realidad lo que cree amar... Esta más honda humanidad de la mujer, consumada entre sufrimientos y humillaciones, saldrá a la luz y llegará a resplandecer cuando en las mudanzas y transformaciones de su condición externa se haya desprendido y librado de los convencionalismos añejos a lo meramente femenino. Los hombres, que no presienten aún su advenimiento, quedarán sorprendidos y vencidos. Llegará un día que indudables signos precursores anuncian ya de modo elocuente y brillante, sobre todo en los países nórdicos, en que aparecerá la mujer cuyo nombre ya no significará sólo algo opuesto al hombre, sino algo propio, independiente. Nada que haga pensar en complemento ni en límite, sino tan sólo en vida y en ser: el Humano femenino...
Tal progreso -al principio muy en contra de la voluntad de los hombres, que se verán rebasados y superados- transformará de modo radical la vida amorosa, ahora llena de errores, y la convertirá en una relación tal, que se entenderá de ser humano a ser humano y ya no de varón a hembra. Este amor más humano, que se consumará con delicadeza y dulzura infinitas -imperando luz y bondad, así en el unirse como en el desligarse- se asemejará al que vamos preparando entre luchas y penosos esfuerzos: el amor que consista en que dos soledades se protejan, se deslinden y se saluden mutuamente...
Además, esto: no crea que se haya perdido aquel gran amor que le fue encomendado antaño, cuando aun era niño. ¿Acaso puede afirmar usted que no maduraron entonces en su corazón, grandes y buenos anhelos, y propósitos de los que aun hoy sigue viviendo? Yo creo que ese amor perdura tan fuerte y poderoso en su recuerdo, porque fue su primer aislamiento profundo. Y también la primera labor que realizó en aras de su vida. ¡Todos mis buenos deseos para usted, querido señor Kappus!

Su

Rainer Maria Rilke"


Cartas a un joven poeta, de Rainer Maria Rilke.

lunes

IX

Un dicho se escapa del aire,
cristalino del agua un pensamiento,
notas brillantes de una caracola
se mezclan triunfantes con las ondas del viento.
Una palabra desciende del cielo,
se funde de la hierba con aromas,
un himno estruendoso al momento

resuena en la selva, en la amapola.

El hombre extasiado por imagen reveladora
del himno, poesía magnética levanta,
seguro de la concordia con la esencia,
seguro de su verdad arrolladora.
Pobre, no sabe que de la imagen,
otro ha labrado lógica herética
poesía discordante.
DNV

viernes

Coincidencias.

¿Creen en las coincidencias de sentido? Ante tales, cuando apenas se sospechan, la mente se halla como paralizada por un momento, tratando de establecer como tan diestramente estamos entrenados una conexión causal, una linealidad. Mas si la sensación es fuerte y lo "open mind" que "somos" no lo bloquea como un mero absurdo, se afianza en lo interior la convicción de algo nuevo y lúcido. Es una sensación de claridad. En palabras de Jung hablaríamos de sincronicidad. Sincronicidad. A más de alguno quizás se le viene a la mente la armonía preestablecida de Leibniz -en otro lenguaje, muchas veces mal entendido- o el destino trágico de Schopenhauer -en un sentido cercano, en otro muy lejano-. O quizás, cómo no, alguien recordaría la Providencia Divina en lenguaje cristiano. Yo humildemente -sin censurar algunos- prefiero entenderlos como mensajes.
Todo este exordio para unas pocas palabras. Días apretados de tiempo, en unos pocos días se puede vivir lo que no se vive en meses. Iba a publicar una entrada, pero ciertas circunstancias me han hecho entender lo errado que habría sido. Me detuve y entendí: habría herido a alguien. Aunque para quien lea estas palabras quizás carezcan de significado, para mí son un sello que me libera del vértigo.

DNV

P.S. .El escarabajo de oro.